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El altar de la cocina

Para el artista Antoni Miralda y para la chef Montse Guillem, la comida no es solo para alimentarse. La cultura culinaria de cada país, las tradiciones, las supersticiones, los saberes científicos, la magia de los objetos que reinan en una cocina, la memoria histórica, el placer, las idiosincracias particulares, los rituales gastronómicos y el compartir experiencias y conocimientos son las razones que les han llevado a crear el espacio Food Cultura.



El piso que acoge esta singular iniciativa está ubicado en la ronda de Sant Antoni, 41, donde se distribuyen las salas expositivas, los talleres, el despacho, una cocina decorada con ilustraciones inspiradas en la Última Cena, un lavabo lleno de caganers, las vitrinas y estanterías que albergan una maravillosa colección de objetos relacionados con la comida y una biblioteca con más de 15.000 publicaciones entre recetarios y libros.



Entre ellos, Les diners de Gala (Las cenas de Gala), el libro de cocina que en 1974 Dalí dedicó a su mujer con 136 recetas, 55 de ellas ilustradas por él, y otras 21 preparadas por los maestros de los restaurantes Lasserre, La Tour d'Argent, Maxim's y Le Buffet de la Gare de Lyon.



El acceso a Food Cultura y a su biblioteca es gratuito tras una cita previa vía telefónica. «Vienen muchos estudiantes de escuelas de restauración», comenta Miralda, que define su sede como «un puente entre el estómago, el cerebro y el corazón». Hospeda una colección y, sin embargo, no es un museo ni una galería de arte. «No nos gusta estetizar conceptos y tampoco patrimonializar culturas y tradiciones. No se trata, por tanto, de un museo en sentido estricto», matizan Guillem y Miralda. No obstante, Food Cultura quiere convertirse en una referencia internacional por su mirada antropológica al mundo gastronómico.



Hace años que luchan por que Barcelona albergue este espacio. La primera tentativa de sede fue la antigua Casa de la Prensa de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, que en el 2003, cuando se la ofreció el ayuntamiento estaba en estado ruinoso. Al final el proyecto no cuajó, y la pareja optó por centralizar su colección en Miami, donde todavía mantiene un espacio gastronómico interdisciplinar.



Para recaudar fondos para Food Cultura crearon la Vajilla Imaginaria, una subasta de piezas originales en la que colaboraron más de 200 artistas, diseñadores, modistos, cineastas, cocineros y arquitectos. Algún plato se encuentra en el piso que acoge la colección de divertidos objetos que proceden de todo el mundo: bebidas para la menopausia, un vibrador con forma de mazorca de maíz, irreverentes cervezas italianas con Hitler y el Che fotografiados en sus etiquetas, polvos para potenciar la musculatura, pistolas para hacer guerras con ketchup, una lata de alimento para elefantes y una bandeja con comida para astronautas.

elPeriodico
17/03/2012

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